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Lo positivo de las malas palabras: puede traerte estos beneficios

Diversas investigaciones científicas señalan que el uso estratégico de insultos tiene buenos efectos en la gestión emocional, la tolerancia al sufrimiento físico y la conexión social.

Aunque suele asociarse con la grosería o la falta de modales, el hábito de maldecir podría traer consigo más beneficios que perjuicios. Varios estudios recientes indican que pronunciar palabras consideradas inapropiadas podría funcionar como una herramienta para afrontar situaciones difíciles, tanto físicas como emocionales.

Decir malas palabras puede traerte estos beneficios

Uno de los efectos más notables está vinculado a la capacidad de las malas palabras para reducir la percepción del dolor. Un experimento mostró que quienes repetían insultos al sumergir sus manos en agua helada soportaban el dolor por más tiempo que aquellos que usaban vocablos neutros. Este fenómeno, conocido como hipoalgesia, fue explicado por un psicólogo de la Universidad de Keele, quien lo describió como una forma accesible y económica de mitigar molestias físicas.

El impacto de este tipo de lenguaje no se limita al umbral del dolor. Una investigación publicada en 2022 reveló que decir groserías también puede aumentar el rendimiento físico. En ese estudio, participantes que maldecían mientras hacían flexiones de silla sentían un impulso de fuerza y confianza. Según los autores, esto se debe a una menor inhibición social, lo que potencia la seguridad en uno mismo durante la actividad.

Malas palabras

También en el plano emocional, se observaron beneficios llamativos. En contextos de estrés o frustración, como una discusión o un embotellamiento, maldecir puede funcionar como una vía para liberar tensión, actuando como una suerte de catarsis.

En cuanto a las relaciones humanas, investigadores descubrieron que el uso adecuado de palabras tabú puede generar un entorno más relajado y auténtico. Sin embargo, los especialistas advierten que estos efectos positivos solo se manifiestan cuando el lenguaje se utiliza con moderación y en contextos adecuados. El exceso o el uso ofensivo puede tener consecuencias negativas, especialmente en ámbitos donde se espera un comportamiento formal o respetuoso.

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